martes, 19 de mayo de 2009

SALVEMOS AL SER HUMANO

Por Juan Pablo Marrón

El Salón Auditorio del Congreso de la Nación fue testigo de la charla debate organizada por la Organización Civil “Salvemos al Fútbol” y FAVIFA acerca de la violencia que compromete seriamente al deporte más popular de la Argentina. Se exhibió el brillante documental “FÚTBOL VIOLENCIA S.A” ante la presencia de dirigentes y periodistas. Opinan Gustavo Veiga y Liliana Suárez de García, madre de un joven asesinado en un estadio de fútbol. Cuando el dolor moviliza.

La muerte es el mayor mal, porque acaba con la esperanza”, William Hazlitt, escritor inglés.

¿Quién mata a los pibes en la cancha? ¿los mata la connivencia? ¿la corrupción? ¿la falta de atención del estado? ¿la inmadurez democrática de las fuerzas de seguridad? ¿la mercantilización de la sangre? ¿la cultura del aguante? ¿el mutismo y la complicidad maquillada de los medios poderosos? ¿la historia argentina? ¿el odio del excluido? ¿el cinismo de los opresores? ¿la imposición del gatillo fácil creciente? ¿la falta de posibilidades? ¿la ausencia de inserción política? ¿la devaluación de la vida? ¿el olvido y la defecación sobre el otro?... ¿Es casual qué el promedio de edad de los 234 fallecidos por “violencia en el fútbol” sea de 25 años? ¿Es causal que un modelo que produzca la degradación del hombre y excite el poder absolutista del dinero pueble los cementerios?
Quien mata a los pibes en la cancha es el sistema. Fuera y dentro de ella. A esos pibes que les cuentan que el mundo no va a cambiar, que todo irá peor, inyectados de desesperanza, cociendo sus bocas al monosílabo, capturándolos a mirar su operador o a cautivar el humo del paco. Complotados con aquellos que mal hirieron su educación y la de sus padres y que los llevan de las narices a la epidemia del consumo posible o imposible. Un régimen putrefacto que se alimenta de las alabanzas de esos pocos que lo tienen todo y que desfilan pornográficamente delante del hambre pidiendo seguridad. Derrocada la cultura del trabajo nacen estos sujetos embrionados desde la destrucción para proteger a sus creadores y a los intereses de estos. Y matan. Matan con la bestialidad de los oídos con sordera de la justicia, de los que ofrecen carcajadas ante las miserias del otro o de los empresarios que reducen su personal a mansalva para no trocar sus ingresos injustos. Bestias que engendran el llanto y la voz desgarrada de tantas madres argentinas. La violencia en el fútbol es un flagelo que excede las tierras del deporte. Es apenas una representación más de esta realidad tan injusta que promueve entre tantas otras terribles cuestiones la muerte en la cancha. Pero los diversos y gravísimos factores que se han ido forjando y sosteniendo en una sociedad como la nuestra que priorizó genocidios y se complotó con ellos, son hoy el más pesado esclarecimiento para tantos cuerpos bajo tierra.
Conocidos los diagnósticos e instalando el debate como una herramienta fundamental para retroalimentar teorías y atraer luces que abatan el oscurantismo de la relación compra venta de sangre que desinfla la pelota la organización civil “Salvemos al Fútbol” expuso una charla en el Salón Auditorio del Congreso Nacional en donde se exhibió el documental “FUTBOL VIOLENCIA S.A” de Pablo Tesoriere y luego de la proyección se conformó un panel integrado por Delia Bissuti, Diputada Nacional; Gustavo Veiga, periodista de investigación; Pablo Tesoriere, director del film y Liliana García (FAVIFA, Familiares de Víctimas en el Fútbol Argentino) en los que se expusieron relatos de análisis de la problemática, el compromiso constante en la búsqueda de una solución definitiva, los pasos que confeccionaron el documental y la lucha eterna que plantean y encarnan los familiares directos de las victimas.
“Muchas veces se confunden los términos que nuclean a la violencia en el fútbol. Me interesa el testimonio de las personas no escuchadas. Por ejemplo la voz de los familiares de las víctimas”, subraya Tesoriere luego de exteriorizar un brillante documental en donde la voz de las víctimas es el eje principal: “Mucha gente que no sabía que sus hijos estaban en la cancha o que no sabían que era el fútbol empieza a participar. Lo interesante es que la gente hable, que se anime a hablar del tema. Hay muchas cosas que no llegan a los medios. A veces por interés o porque ni siquiera venden. Lo fundamental es el debate. De un debate salen las ideas más interesantes”, concluye el director.
“Hay momentos de calma y hay momentos en los que la violencia en el fútbol recrudece. El desafío es encontrar una salida, un camino para una solución definitiva, un cambio de cultura en esta problemática y un cambio de cultura en la mirada del accionar de nuestro pueblo representado por quienes tenemos funciones y quienes no”, invita la Diputada Nacional, Delia Bissuti quien encamina el desafío: “Sobre las connivencias, las relaciones, el tema de cómo funcionan las barras, cuando se produce violencia tenemos una mirada compartida. Lo que tenemos que encontrar es cual es la medida o cuales son las medidas para que esta problemática no se repita y la violencia en el fútbol sea erradicada”.
Una de las comparaciones que nace por decantación en el inconsciente de los argentinos es la de nuestro país con la del continente europeo. Olvidando la diferencia de culturas se manifiesta: “si en Inglaterra se pudo ¿por qué acá no?”. Claro, por ahora y desde hace rato, Inglaterra (el estudio de sus políticas lo dejamos para otro número) no pasa hambre y su riqueza está mejor distribuida entre otras cuestiones. Lejos de ser un modelo a seguir, primariamente por el odio que atrae en nuestras almas un país que ocupó nuestra tierra y también mató a nuestros pibes, las relaciones carnales en el fútbol son distintas: “Las culturas no son transferibles. En ese país no había complicidad con los barras y los dirigentes. Ahí se pudo avanzar porque no había una relación compra / venta como la que hay en Argentina además no es sólo una conspiración con los dirigentes, con los clubes, con la política, con el sindicalismo. Además hay connivencia con las fuerzas de seguridad y hablo de la policía en su conjunto en relación a esta problemática, con el propio estado que las encubre y con los jueces. Si no hay un compromiso serio, una decisión política clara y fuerte de cortar con el complot en el fútbol todas las medidas son conducentes pero no alcanza”, asegura Bissuti. Ahora bien, ¿por dónde pasa la asunción de esta realidad? “La deben asumir fundamentalmente quienes están a cargos de los clubes. Los dirigentes de los clubes tendrán que resolver que rol sigue jugando como dirigente en los clubes y que rol sigue jugando como dirigente para saber como constituyen esa federación que es la que tiene que dar el marco general de convivencia y no de connivencia. Ese es el desafío. Hay que cambiar la cultura de la compra venta. Sino se termina con la connivencia no podremos terminar jamás con la violencia”, finaliza Bissuti.
Es mucha la muerte que se respira por estos aires contaminados de desesperanza. Pero todavía, porque siempre hay algún pero y algún todavía, hay vida en esas madres que luchan y que invitan a comprometerse, hay tipos que construyen mediante la imagen y la palabra y hay una tropa de nuevos curiosos que no le teme al verbo “involucrarse” y que sigue soñando con un hombre nuevo. Pero antes tenemos que salvar a este.

Sin gente, ¿también se puede ganar?

Por culpa de una interna de barras bravas, Deportivo Merlo tiene que jugar como local en un estadio ajeno y sin público. Así, se pierde el privilegio del aliento de sus hinchas. Sin embargo, los números parecen derribar un mito futbolero: sin gente, el equipo de De La Riva también suma. Y mucho.

El empuje de la gente, dicen, es determinante. El aliento del público, se supone, presiona al rival y agranda al dueño de casa. Sin embargo, un caso parece desechar aquellos mitos futboleros y el peso de la localía. El Deportivo Merlo de Felipe De La Riva también gana a puertas cerradas y muy lejos de su estadio.

El Parque San Martín fue siempre uno de esos reductos complicados que nadie quiere visitar. Cancha de medidas escasas y tribunas cercanas. En la cancha de Merlo siempre se siente la presión de una hinchada seguidora. Sin embargo el equipo perdió ese privilegio tras los graves incidentes ocurridos el 16 de marzo, cuando dos fracciones de la barra provocaron graves incidentes, lo que desembocó en la suspensión del clásico ante el Deportivo Morón a los 12 minutos de juego. Aunque hay un antevente: el partido ante Estudiantes de Buenos Aires en la última fecha del año pasado. ¿Pero perdió?

A partir de ese día, el Charro no sólo jugó a puertas cerradas sino en otro escenario cada vez que le tocaba utilizar la localía. Así, se mudó a Armenio, Fénix y El Porvenir. A pesar del traslado, su efectividad aumentó: pasó del 56% al 66% de los puntos ganados.

“Jugar sin nuestro público es una clara desventaja porque si tenés a tu gente que te alienta eso te ayuda y a veces intimida al equipo contrario”, explica en diálogo con Línea de 4 el delantero Maxi Benítez. Y Leonel García también opina de la misma forma: “Es una picardía, una lástima. El público es el condimento, el marco que tiene el fútbol y que no tiene otro deporte. Es una verdadera lástima que nuestros hinchas y nuestra propia familia no nos puedan venir a ver”.

En tanto, el defensor, uno de los jugadores con más presencia en el equipo, le otorga un atributo clave a la presencia de su gente: “Cuando el equipo se cae física o anímicamente, los hinchas tienen un papel fundamental. El aliento te saca fuerzas de donde no tenés. Nos perjudica mucho porque en nuestra cancha solo perdimos con Italiano y con Chicago sin merecerlo (también perdió contra Sarmiento). Nos hicimos muy fuertes y conocemos muy bien nuestro estadio. Ahora nos tenemos que mentalizar en jugar en otra cancha y adaptarnos lo más rápido posible”.

Jugando en el Parque San Martín, Merlo perdió tres partidos, empató cuatro y ganó otros seis. “Nos perjudica bastante no jugar en nuestra cancha –agrega el goleador-. Sacamos muchos puntos jugando de local en el Parque San Martín. Conocemos las dimensiones y a los demás equipos no les gusta ir”.

Sin embargo, Benítez termina relativizando la situación al sostener que, “de todas formas, en la cancha solo depende de nosotros. La gente influye. No es todo, pero influye”.

Ambos jugadores coinciden que es “extraño” esto de jugar como local, fuera de casa y encima sin público. Para Maxi Benítez, “vivir este presente y no poder disfrutarlo con nuestros hinchas da un poco de bronca, pero sabemos que el apoyo de ellos está siempre. Aunque nos gustaría mucho que nos alentaran en la cancha”.

Por el lado de Leo García, lo que más duele es que “uno quiere terminar el partido y festejarlo con los hinchas. Y no lo podemos hacer. Nosotros le queremos dar a la gente un triunfo y una buena campaña como la que estamos haciendo. Ojalá nos puedan volver a ver pronto”.