POR LEO ZARATE
En los últimos años, el fútbol de ascenso parecía estar dividido en dos. En un rincón los clubes de Capital Federal y del otro los de la Provincia de Buenos Aires. De un lado Javier Castrilli, del otro Mario Gallina. Dos criterios distintos no solo a la hora de organizar los espectáculos deportivos sino también para sancionar a las instituciones. Pero el cambio de autoridades en ambos organismos abría una nueva posibilidad de diálogo. Algo que hasta el momento no había existido en estos niveles. Porque los ex árbitros estaban empecinados en demostrar las diferencias que los separaban.
Además de los hinchas, ¿alguien quiere que vuelva el público visitante? ¿Se trabajó para que esto suceda? La respuesta a simple vista parece ser negativa. Ante tan desalentador panorama, las declaraciones de Pablo Palladino, sucesor de Castrilli en la Subsecretaría de Seguridad en Espectáculos Futbolísticos (Subsef) fueron un oasis en el desierto. “Veo posible la vuelta del público visitante a las canchas de fútbol de ascenso. Lo conversé con Aníbal Fernández y compartimos que tenemos que brindar seguridad en las canchas”. Y prosiguió: “Tenemos que tratar de tener una norma que realmente sea lo que más convenga para garantizar la seguridad de los espectadores en todos los aspectos. Sin la parcialidad visitante el fútbol pierde su existencia, siempre y cuando se garantice la seguridad a la familia que va a la cancha”, sentenció el ex Presidente de Los Andes.
La otra cara de la moneda es Rubén Pérez, sucesor de Mario Gallina en el Comité Provincial de Seguridad Deportiva (CoProSeDe), quien se encargó de mostrar su postura con respecto a esta prohibición: "Las condiciones por las que se tomó esta medida siguen vigentes. No hay capacidad operativa para dar seguridad en los traslados, puntos fijos y estadios con cuarenta partidos en un fin de semana. Por lo tanto es muy difícil que vuelva el público visitante”, afirmó el titular. Y continuó: “Estoy en los estadios y siento el aliento de la gente. Volví a darle los bombos y las trompetas a los hinchas y la familia volvió a los estadios”. Su principal argumento es la falta de obras necesarias para garantizar la seguridad: “No hubo avances de infraestructura y tecnología que permitan rever la medida. Cuando haya entradas personalizadas y todos estén sentados, esta disposición no hará falta”. Y va más allá dejando al descubierto el pensamiento de los directivos de los clubes: “Los dirigentes están contentos, no hay más clausuras de canchas y bajó considerablemente el gasto por los operativos policiales”.
Si, según Pérez, “casi nadie quiere que vuelva el visitante”, ¿para qué se reunieron? El encuentro entre los máximos referentes de la seguridad en el fútbol llenó de ilusiones a los miles y miles de hinchas que ansían poder ver a su equipo de visitante. Principalmente porque se vislumbró la posibilidad de unificar criterios para luchar contra el accionar de las barras. Hasta hicieron declaraciones sobre este acercamiento: “Coincidimos en que es sumamente necesario articular criterios entre Nación y Provincia”. Pero lejos se está hoy de llegar a un acuerdo. Hubo unión en las fotografías, expresiones de unidad, pero, lamentablemente, las herramientas para terminar con la violencia están cada vez más distanciadas. Los meses pasan y la inacción crece. Tampoco se reconocen errores cometidos. Se disfruta de la comodidad que esta medida les ofrece y se regocijan con los índices bajos de violencia. Claro, sin la concurrencia de visitantes es poco probable un enfrentamiento entre una misma parcialidad. También podemos eliminar las tarjetas amarrillas y rojas para que no haya amonestados ni expulsados y transformarnos en el país fair play por excelencia. Indigna que jueguen con el sentimiento y el derecho que tienen todas las personas de concurrir a un espectáculo deportivo. El paso de los años muchas veces viene acompañado de involución. Y el fútbol es un ejemplo real de este estancamiento. El ascenso ya no se juega los sábados, solo puede concurrir una sola parcialidad. Los hinchas parece que ya se acostumbraron a ver a su equipo cada quince días. Mientras tanto nos mienten piadosamente.
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